Cuando hablamos de “alergia al polvo” realmente nos estamos refiriendo a la alergia a los ácaros.
El polvo que encontramos en casa (esas partículas diminutas que se observan al trasluz flotando en el aire), por increíble que parezca, constituye un ecosistema.
Cuando se analiza ese ecosistema, se objetiva una composición variada entre materia orgánica e inorgánica: escamas de la piel de las personas, restos dérmicos de los animales, insectos, esporas de hongos, fibrillas que se desprenden de la ropa y otros tejidos..
Los ácaros, una subclase de arácnidos, pertenecen también a este curioso ecosistema. Se alimentan de polvo y desprenden partículas que flotan. Estas partículas flotantes se integran a su vez en el ambiente y forman parte del propio polvo.
El componente orgánico del polvo, cuando es inhalado y llega a las vías aéreas, puede actuar como un alérgeno produciendo sensibilidad alérgica.
Los ácaros son la principal fuente de alérgeno del polvo de casa y por eso cuando hablamos de alergia al polvo, en realidad estamos hablando de la alergia a los ácaros.