La contaminación ambiental se asocia con crisis de asma en niños y adolescentes que viven en zonas urbanas

Los niveles moderados de dos contaminantes del aire exterior, el ozono y las partículas finas, se asocian a crisis de asma no vírico en niños y adolescentes que viven en zonas urbanas de bajos ingresos. Así lo ha revelado un estudio financiado por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos y publicado en la revista ‘The Lancet Planetary Health’.

Los autores observaron que el aumento de la concentración de ciertos contaminantes en el aire (como el ozono y las partículas finas) se asociaba a exacerbaciones del asma en niños y adolescentes en zonas urbanas de bajos ingresos, sin que estuvieran implicados virus respiratorios. Además, las crisis de asma que no se producían por infecciones respiratorias suponían el 30% de las exacerbaciones en este colectivo, una frecuencia entre dos y tres veces superior a la que experimentan los menores que no residen en ciudades.

Por tanto, los resultados de este estudio respaldan con fuerza la idea de que reducir la presencia de ciertos contaminantes en el aire de las ciudades evitaría un porcentaje notable de las crisis de asma entre niños y adolescentes, lo que beneficiaría a su salud.

Según datos de la Sociedad Española de Inmunología Clínica, Alergología y Asma Pediátrica (SEICAP) la prevalencia del asma infantil en España se estima alrededor del 10%. El asma se produce por la inflamación crónica de las vías respiratorias. Durante un ataque de asma, el revestimiento de las vías respiratorias se inflama, los músculos que las rodean se contraen y las vías respiratorias producen más mucosidad, disminuyendo considerablemente el espacio para que el aire entre y salga de los pulmones.

Desde la SEICAP se advierte que los niños son más vulnerables que los adultos a sufrir las consecuencias de la exposición a contaminantes atmosféricos. Los niños tienen las vías respiratorias más estrechas, pasan más tiempo al aire libre haciendo actividades físicas y respiran por la boca con más frecuencia que los adultos, lo que hace que respiren más contaminantes del aire sin filtrar.